Si hay algo por lo que deliro y que me lleva totalmente por el camino de la dulzura, son los postres, y por ello quería darles el privilegio de protagonizar el "primero" de los posts (nótense las comillas, ya que no es realmente el primero, contando la introducción claro).
Pues bien, hoy vamos a aprender a hacer tortitas, o pancakes, o hotcakes (aunque para ser sinceros no sé si existe diferencia entre ellas, y si la hay, ni idea de cuál es).
Ya sé, que esta no es la receta más complicada del mundo y también sé que existen tropecientas mil recetas en internet, de las cuales habré probado al menos, la mitad, dado que las tortitas me han acompañado (y empachado) desde que tengo uso de razón gracias a mi progenitora.
Como decía, entre esa multitud de variantes nunca llegué a encontrar, ni conseguir, que las tortitas me quedaran como las que salen en las películas americanas. Si, esas doraditas, gorditas, de aspecto esponjoso y blandito, que absorben los siropes, mermeladas, chocolates, o potingues varios para aderezar y que por las caras de los actores debían de estar de puro vicio (aunque ya sé que los actores actúan, yo me imagino que lo piensan).
La búsqueda fue larga y costosa, pero al fin la encontré, corrijo, encontré varias convincentes que combiné y adapté, y esta es la receta (¡con fotos y todo!)
Pues bien, hoy vamos a aprender a hacer tortitas, o pancakes, o hotcakes (aunque para ser sinceros no sé si existe diferencia entre ellas, y si la hay, ni idea de cuál es).
Ya sé, que esta no es la receta más complicada del mundo y también sé que existen tropecientas mil recetas en internet, de las cuales habré probado al menos, la mitad, dado que las tortitas me han acompañado (y empachado) desde que tengo uso de razón gracias a mi progenitora.
Como decía, entre esa multitud de variantes nunca llegué a encontrar, ni conseguir, que las tortitas me quedaran como las que salen en las películas americanas. Si, esas doraditas, gorditas, de aspecto esponjoso y blandito, que absorben los siropes, mermeladas, chocolates, o potingues varios para aderezar y que por las caras de los actores debían de estar de puro vicio (aunque ya sé que los actores actúan, yo me imagino que lo piensan).
La búsqueda fue larga y costosa, pero al fin la encontré, corrijo, encontré varias convincentes que combiné y adapté, y esta es la receta (¡con fotos y todo!)
Necesitaremos:
Una vez esté toda muy muy mezclada (enfatizo porque es importante), la dejaremos aparte un rato. Así de paso, reposa y los ingredientes se asientan bien.
Cuarto, recuperamos las claras que se habían quedado algo marginaditas y procedemos a montarlas al punto de nieve.
Quinto, una vez montadas las claras, cogeremos el bol de la pasta anterior y empezaremos a agregar las claras poco a poco para que no se bajen (para esto recomiendo una lengua de esas de silicona, si no la tenéis usad cualquier cosa menos las varillas de montar).
Las claras hay que mezclarlas muy despacio, con mucho cuidado y con movimientos envolventes, de dentro afuera.
Muuucha paciencia con este paso porque hay que asegurarse de que se mezcle bien para que no queden grumos.
Sexto, en el tiempo que dejamos reposar la masa, aprovechamos para encender los fogones, la vitro, lo que tengamos y ponemos la sartén a calentar. Yo recomiendo que sea una sartén pequeña (algo así como las de freír huevos), y mucho mejor si es anti-adherente. Eso facilitará que no se nos queden pegadas como garrapatas.
- 200 gramos de Harina (si es de repostería, mejor que mejor).
- 275 ml de leche.
- 2 huevos.
- 1 c/sopera de azúcar (aunque recomiendo dos, y si os gustan más dulces, pues tres).
- 3 c/soperas de aceite de Girasol.
- 1 c/sopera de levadura Royal (aunque yo termino echándole más de medio sobre, así que si le echáis de más, no hay problema. Más esponjositas)
- Una pizca de sal.
- Mantequilla para engrasar la sartén.
Primero, cogeremos un bol, y mezclaremos todos los ingredientes secos (la harina, la sal, el azúcar y la levadura). Lo dejaremos a parte.
Segundo, ahora mezclaremos los líquidos, pero ¡ojo! en este paso primero hay que separar las claras de las yemas de ambos huevos. Las claras las reservaremos aparte y las yemas las mezclamos con la leche y el aceite.
Hay que mover bien esa mezcla para que los ingredientes se integren bien.
Tercero, en un bol grandecito, echaremos los ingredientes secos (recomiendo tamizar con un colador mismo, la mezcla de la harina para que quede más fina y así evitar grumos innecesarios).
A continuación, añadiremos poco a poco, y removeremos constantemente, la mezcla liquida hasta obtener una pasta homogénea (ni muy espesa, ni muy liquida). Si notamos que ha quedado demasiado espesa, añadimos leche (pero poco a poco y removiendo hasta obtener la textura deseada) y si ha quedado muy liquido, pues harina (tamizando otra vez).
Se nota que a mi me quedó un pelín espesa, tuve que echarle un poco más de leche. |
Cuarto, recuperamos las claras que se habían quedado algo marginaditas y procedemos a montarlas al punto de nieve.
Abro aquí un "quote" para dar un consejillo materno para saber cuando las claras están a punto de nieve: Si ponéis bocabajo el bol y las claras no se inmutan, es que ya están. Si no han alcanzado el punto, lo notaréis, jajajja.En este paso lo recomendable es usar unas varillas eléctricas, da igual que sea un Kitchen Aid de esos modernísimos, que el típico brazo de batidora de triturar al que se le pueda acoplar unas varillas. Es recomendable, básicamente, por la rapidez y facilidad con la que se montan las claras. Si no tenéis, pues a la vieja usanza, se coge la varilla y a darle con fuerza.
Este el aspecto que debería quedar. |
Las claras hay que mezclarlas muy despacio, con mucho cuidado y con movimientos envolventes, de dentro afuera.
Muuucha paciencia con este paso porque hay que asegurarse de que se mezcle bien para que no queden grumos.
Un paso a paso aproximado. |
Cuando la sartén esté caliente (que no quemando) cogeremos un trozo de papel de cocina mismo, y lo pasaremos por la mantequilla asegurándonos de que quede impregnado para engrasar la sartén (este proceso lo repetiremos cada dos tortitas).
Séptimo, ahora empieza lo bueno. Cogeremos un cucharón (de esos de caldo, sé como se dice en valenciano y no en castellano, manda güebs) y lo llenaremos de masa, no mucho más de la mitad, echaremos la mezcla en la sartén (que debe estar siempre a una temperatura un pelín más alta de media) y esperamos a que empiecen a salir agujeritos como estos:
Cuando veamos que los bordes empiezan a ponerse doraditos y que han salido bastantes agujeritos, cogemos un cuchillo, y despegamos un poco el borde:
Si está así, doradito, le damos la vuelta para que se haga por la otra cara. Podemos chafar un poco la tortita con un tenedor, pero suavemente, para que no se pierda esponjosidad.
Repetimos el proceso del cuchillo, aunque esta vez, como se despegará tan fácilmente pues le daremos la vuelta para comprobar que está hecha.
Repetimos el proceso hasta que nos quedemos sin mezcla, pero aviso, estas tortitas son más gordas y empachan bastante, así que hacéis unas cuantas y la mezcla puede guardarse en la nevera, tapada con film y aguantará un par de días.
Las tortitas las podéis aderezar con lo que queráis, LO QUE QUERÁIS de verdad: chocolate, mermelada, nata, miel, siropes, caramelo, leche condensada, dulce de leche... No hay limites para la gula.
Una pequeña recomendación que doy como reconocida groumet de este postre es, coger un vasito pequeño (o grande, depende del hambre) y echarle tres o cuatro cucharadas de la mermelada del sabor que os guste, luego le echáis un par de cucharadas de agua, lo removéis bien y al micro durante unos segundos, vais comprobando hasta obtener una consistencia casi liquida, como una jalea.
Para servir, echáis unas cucharadas de la mezcla sobre una tortita hasta que quede bien empapada, luego añadís nata y bueno...
Si el paraíso tuviera un sabor, tendría que ser ese.
En fin, ha sido una entrada casi tan larga como la biblia, pero espero que si hay alguien hay fuera, le de uso y la disfrute.
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