¡Hola!
¿Como va el verano? Aparte de caluroso, pegajoso y con temperaturas que hacen casi imposible montar un buen buttercream, va bien ¿no?
Y es que si hay algo que he aprendido siendo novata en este mundo de la repostería, es que el clima influye bastante a la hora de hacer nuestros postres ¡como si controlar el horno no fuera suficiente! y hablando de nuestro mejor amigo, hay que ver la pereza que da encenderlo en esta época del año. Aunque cuando hace calor, todo da pereza.
Si por mi fuera no habría hecho esta receta, pero la gula ¡maldita gula! me llevó a ponerme el delantal y meterme en la sauna en la que se convierte la cocina.
Y todo por culpa de un libro de cocina y su perfecta foto de una Cheese cake al estilo NY, con su mermelada de arándanos, su base de galleta y esa crema de queso... El conjunto en general tenía una pinta que fue todo lo que necesité para ponerme manos a la obra, sin embargo no quería hacer toda una tarta, así que pensé ¿Qué puede ser mejor que una cheese cake? Y la respuesta fue inmediata: ¡mini Cheese Cakes!
Y es que no hay nada mejor que hacer versiones mini de las tartas de siempre, quedan tan cucas y pequeñitas. Son como tartitas de juguete.
¡Holaaaa!
Hoy traigo una receta que me ha sorprendido gratamente. Nunca había probado la masa de galletas, es decir, he hecho galletas antes pero nunca he sido de rebañar el bol de la masa. El caso es que buscando información, me he enterado de que la masa de galletas se ha vuelto tan famosa que se ha convertido en un postre en si.
Hay de todo tipo, pero a mi siguen pirrandome las galletas con chips de chocolate horneadas, y por muy tentadora que resultara la receta de bolitas Cookie Dough de Alma, quería asegurarme antes de experimentar y por suerte me encontré con esta MAGNIFICA receta de Lidia, propietaria de "Salado no, ¡Gracias!", ella se basó en la receta de Alma y yo me he basado en su receta.
Era justo lo que buscaba, aunque el proceso es un poco largo, os aseguro que valen la pena, están deliciosas (y no habla solo la glotona de mi interior).
¡Hello!
How are you guys? Hoy padezco una "englishcitis" aguda, y diréis ¿why? (jajaj, ya paro) Pues porque me he animado a preparar los famosos Scones y al primer bocado me he preguntado "¿Dónde habéis estado toda mi vida?" Pues en el Reino Unido, me ha contestado una vocecita en mi cabeza.
Y es que para quién no lo sepa, los Scones son unos panecillos individuales, generalmente dulces, muy comunes en los desayunos y meriendas de Reino Unido, aunque su origen proviene de Escocia, donde son uno de los alimentos fundamentales del High Tea (merienda-cena).
Pues bien, hace un mes encontré la receta base de estos bollitos y digo base porque a la masa se le pueden añadir ingredientes como pasas, dátiles, arándanos, etcétera...
El caso es que hoy me he reencontrado con la receta cara a cara, tenía todos los ingredientes en la despensa y me he puesto a ello.
Lo mejor de todo es que es una receta muy fácil, ideal para los que estamos empezando con la bollería.
¡¡Hola!!
¿A vosotros no os pasa eso de relacionar olores con momentos? Por ejemplo... el aroma de un perfume que te evoca a una persona determinada; el olor de un dulce que te transporta de nuevo a tu infancia; ir por la calle, oler algo y que te vengan a la mente todo tipo de recuerdos... Pues a mi también me pasa, y uno de esos aromas "evocadores" me ha inspirado para hacer la receta de hoy.
¡Hola!
Sinceramente, la receta de esta semana me ha llevado de cabeza.
En un principio quería hacer una mousse de fresas, pero en el día que me dije "hoy la hago" las fresas habían desaparecido de todo tipo de almacén alimentario. Sin embargo, como habían muchas cerezas, decidí usar el fruto de temporada, en este punto debo decir que el resultado fue un fracaso absoluto que no estaba dispuesta a publicar en el blog, así que finalmente, el jueves merendando, me fijé en el paquete de Oreo que estaba zanpandome y me dije "¿por qué no?" y he aquí, más fácil, fresquito y goloso, imposible:
